Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega, pequeña localidad de la actual provincia de Burgos, perteneciente por entonces a la Diócesis de Osma, en 1170. Miembro de una familia de santos, su padre, Félix de Guzmán, es reconocido en la Iglesia como Venerable. Su madre, Juana de Aza, es venerada como Beata. Su hermano Antonio es Venerable y su hermano Manés, que se unió a Domingo cuando éste fundó de la Orden de Predicadores, también fue beatificado.

Desde niño sus padres le dieron una buena formación religiosa, enviándole a estudiar a Gumiel de Izán con un hermano de su madre, que era arcipreste. Más tarde, para ampliar su formación, le enviaron al Estudio General de Palencia.

Su fama llegó a oídos del Obispo de Osma, Martín de Bazán, quien le llamó e hizo canónigo regular de su Catedral. Pronto fue nombrado sacristán del cabildo catedralicio, que entonces era un puesto importante, y más tarde subprior. Ya entonces pasaba los días y las noches en la iglesia dedicado a la oración. Estudiaba y oraba sin cesar. Dice Jordán de Sajonia que estando Domingo en Osma solía orar en el secreto de su cuarto y, mientras oraba, no podía contener los gemidos ni los rugidos y gritos que salían de su corazón. En esa oración le dirigía a Dios una súplica especial: que le concediera la caridad verdadera y eficaz para cuidar con interés y velar por la salvación de los hombres.

En El Burgo de Osma trabó una amistad muy profunda con Diego de Acebes, quien -según indica Jordán de Sajonia- conocía muy bien la Escritura y poseía un amor muy centrado en Dios. En 1201 sucedió a Martín en la Sede episcopal de Osma. Dos años después, el rey Alfonso VIII de Castilla le envió como embajador a Las Marcas para concertar el matrimonio de su hijo con la hija de un noble escandinavo.

En este viaje llevó consigo a Domingo. Para ambos esta experiencia les abrió nuevos horizontes, pues entraron en contacto con la realidad del sur de Francia dominada entonces por la herejía. Al pasar por la ciudad de Toulouse, Domingo se percató de que el dueño de la hospedería donde estaban alojados había abrazado la herejía y, a pesar del cansancio del viaje, se pasó la noche discutiendo con él hasta convencerle de la verdad católica. Al pasar por Alemania tuvieron noticia de la existencia de los cumanos, tribu feroz procedente del Este.

Una vez concluida su misión con éxito, volvieron a Castilla y dos años más tarde volvieron a realizar el mismo viaje para recoger a la novia, pero, al parecer, ésta había fallecido o cambiado de idea. Diego envió un mensaje al rey para comunicarle que la boda había sido cancelada y se fue a Roma para visitar al Papa Inocencio III y presentarle la renuncia como Obispo y pedirle autorización para ir a evangelizar a los cumanos. Domingo heredará este deseo de ir a evangelizar a los cumanos pero la muerte le sorprendió antes de poder llevarlo a cabo.

De acuerdo con el Papa Inocencio III, en 1206, al terminar las embajadas, se estableció en el Langüedoc como predicador de la verdad entre los cátaros. Rehúsa a los Obispados de Conserans, Béziers y Comminges, para los que había sido elegido canónicamente.

Rubén Tejedor Montón, Delegado episcopal de MCS